La hiperactividad en los niños.
Una de las áreas más grande de crecimiento en la medicina, particularmente en los países desarrollados, es el problema de los niños. Sus síntomas, en vez de ser “difíciles de manejar” ahora se denotan por medio de una variedad de eufemismos médicos dominantes – hiperactividad, desorden de déficit de atención, hiperquinesia, daño mínimo cerebral y disfunción mínima cerebral.
Estas etiquetas, todas llenas de patología orgánica seria son poca cosa para el tipo de niño que simplemente no puede estarse quieto, no puede concentrarse, tiene dificultad para fijarse en el tiempo, para comer o dormir, no puede adaptarse a nuevas situaciones, hiperreacciona a nuevos estímulos y tiene un comportamiento impredecible, impulsivo y frecuentemente destructivo, hace de la vida un infierno en la tierra para cada miembro de la familia.
El tratamiento estándar para la hiperactividad, son medicamentos estimulantes del sistema nervioso central como el metilfenidato, los cuales tienen efectos paradójicos en los niños, en vez de animarlos, los estimulantes en general (incluyendo la cafeína) los narcotiza en un estado calmado y soporoso.
Y ahora la tendencia más reciente tomada por la medicina convencional, es culpar a los genes.
Un estudio clínico (NEJM 8 Abril de 1993) concluyó que los niños hiperactivos tienen algo en su carácter que les causa tener una resistencia generalizada a la hormona tiroidea. En otras palabras, están inquietos porque su glándula tiroidea no está regulando apropiadamente.
En 1973 el alergólogo pediatra, el Dr. Ben Feingold introdujo la entonces novedosa teoría de que los alimentos que contienen salicilatos, substancias parecidas a la aspirina tales como los colores artificiales y los sabores artificiales eran los principales responsables de la hiperactividad. Encontró que en los niños, la reducción en la ingesta de azúcar o aditivos artificiales o inclusive el descubrimiento de posibles alergias, podrían ayudarlos.
Varios estudios clínicos en niños hiperactivos o con otras alteraciones del comportamiento han demostrado una mejoría importante con una dieta de eliminación de los alimentos a los que son hiperreactivos (Egger J. et al controlled trial of oligontigenic treament in the hyperkinetic syndrome Lancet 1: 540-5-1985)
Como todos sabemos existe un tipo de deficiencias nutricionales inducidas. Estas deficiencias pueden estar inducidas inclusive por metales pesados y en el caso de los niños con hiperactividad hemos encontrado en muchos casos niveles altos de aluminio, plomo o mercurio ( J. Child Psicol. Psychiatry ( 30(4){ 515-28, 1989)
Cada vez más personas y más médicos ponen énfasis en la importancia de la buena alimentación, no sólo para la prevención sino también para el tratamiento coadyuvante de cualquier enfermedad.
En muchos casos los pacientes requieren de manera definitiva del uso de medicamentos convencionales (alopáticos). Sin embargo, hasta el momento casi no había información accesible y confiable que nos hablara acerca de las interacciones entre los nutrimentos y los medicamentos convencionales.
En la actualidad se conocen y reconocen literalmente cientos de interacciones entre los nutrimentos y los medicamentos convencionales. Hoy hemos corroborado que algunos problemas de salud se pueden desarrollar cuando la gente toma medicamentos convencionales que causan que sus cuerpos pierdan ciertos nutrimentos. El nombre científico de este fenómeno es “deficiencia nutricional inducida por medicamentos”. Este es un asunto de vital importancia no sólo para los médicos sino para el público en general ya que afecta a millones de personas en todo el mundo.
La verdad es que muchos de los efectos colaterales de los medicamentos convencionales pueden deberse realmente a las deficiencias nutricionales que son causadas por estos medicamentos, especialmente cuando se toman por largos períodos de tiempo.
En un estudio doble ciego, a un grupo de niños con desorden de déficit de atención y niveles bajos sanguíneos de serotonina, se les administró vitamina B-6 oral. Los niveles de serotonina aumentaron y fue más efectiva que el metilfenidato en disminuir la hiperquinesia y en contraste con el metilfenidato, su beneficio continuó en el periodo siguiente del placebo (Coleman M. Et al . A preliminary study of the effect of pyridoxine administration in a subgroup of hypercinetic children: A double- blind cross over comparison with methylphenidato. J. Biol Psych, 14 (5): 741-51, 1979).
En la mayoría de los niños hiperactivos que hemos examinado en nuestros estudios, hemos encontrado deficiencia de alguno o varios ácidos grasos esenciales. Algunos niños no pueden metabolizar normalmente el ácido linoléico, otros no pueden absorber a estos ácidos esenciales en forma normal del intestino. Y en un grupo pequeño de niños, sus requerimientos de ácidos grasos esenciales son más altos que lo normal. En casos raros, hemos encontrado niños que son afectados por la leche o el trigo produciéndoles una elevación en las exorfinas en el intestino lo cual puede bloquear la conversión de ácidos grasos esenciales en prostaglandina E-1 ( Colquhouan I. Bunday, S.A. Lack of essential fatty acids as a posible cause of hyperactivity in children. Med Hypotheses 7:673-9, 1981).
También hemos encontrado que muchos niños hiperactivos son deficientes en zinc. Este mineral se requiere para la conversión de los ácidos grasos esenciales en prostaglandinas.
En un estudio clínico se encontró que muchachos hiperactivos tenían niveles más bajos de zinc en la orina, en la sangre, en el cabello y en las uñas que un grupo de control, aunque no hubo diferencia en los niveles de zinc en la saliva — sugiriendo otra vez que en los niños hiperactivos, se retiene menos zinc en el cuerpo (J Nutr Med 1:51-57, 1990).
En la literatura médica podemos encontrar varias referencias bibliográficas en donde se corroboran nuestros encuentros.
En casos raros algunos autores han encontrado niveles anormalmente altos de cobre. Esto es importante ya que el cobre elevado inhibe a la enzima necesaria para la producción de serotonina. Algunos investigadores alemanes han encontrado una relación entre la ingesta excesiva de fosfato y la hiperactividad en los niños. Un estudio de niños hospitalizados hiperagresivos ligó a la ingesta de fosfato con el comportamiento agresivo (Heildeiberg).
En un estudio de niños hiperactivos quienes habían tomado metilfenidato durante 2 años o más, se les encontraron descargas eléctricas anormales en la región temporal según el electroencefalograma. En exámenes de sangre, se encontraron niveles muy bajos de calcio. Inclusive, en algunos casos el aumento en la ingesta de leche resultó en una mejoría marcada del comportamiento (Walker S. III Drugging the American Child we´re too cavalier about hyperactiv. J. Learning Disabil 8: 354, 1975)
Algunas de las reacciones adversas del metilfenidato son cefalea, somnolencia, mareos, taquicardia, arritmias, náuseas, vómitos, urticaria, fiebre, leucopenia y aparentemente hasta dependencia.
La cocaína y el metilfenidato usan los mismos sitios de receptores en el cerebro, produciendo la misma sensación de elevación en el estado de ánimo. La diferencia es que la cocaína deja al sitio receptor más rápido.
El metilfenidato y la cocaína estimulan la producción de la dopamina que es un neurotransmisor cerebral. Se cree que los niños con déficit de atención tienen niveles bajos de dopamina (J Neurosci, 2001; 21: RC121). Es decir que el metilfenidato no es un estimulante débil.
La psicosis y la depresión se pueden ver como síntomas del síndrome de abstinencia después del uso a largo plazo del metilfenidato (Am J Psychiatry, 1979; 136: 226-8). Los síntomas del síndrome de abstinencia son un signo de adicción.
Parece que el metilfenidato afecta en forma adversa el crecimiento en la niñez. Algunos investigadores siguieron clínicamente a niños que tomaban metilfenidato por un promedio de tres años y anotaron en sus expedientes su altura y peso hasta la edad de 22 años. Encontraron que los niños que recibieron dosis más altas de metilfenidato fueron significativamente más bajos como adultos.(J Am Acad Child Adolesc Psychiatry, 2000; 39: 517-24).
Un grupo de pediatras Alemanes recientemente descubrieron que el metilfenidato tiene efectos directos sobre la pituitaria, la glándula que controla la producción de la hormona del crecimiento (J Child Adolesc Psychopharmacol, 2002; 12: 55-61).
Entre 1990 y el año 2000 la División de Fármacovigilancia y Epidemiología de la FDA cotejó 186 muertes y 569 hospitalizaciones debido al metilfenidato, principalmente por sucesos en el sistema nervioso central o periférico.
Los que están a favor señalan los buenos resultados en el salón de clase, donde aparentemente el metilfenidato reduce el comportamiento impulsivo. Los que están en contra, dicen que el medicamento no mejora las pruebas del IQ, el rendimiento académico ni las habilidades en el aprendizaje.
El metilfenidato es ahora uno de los medicamentos más prescritos a los niños en EE. UU. con más de 6 millones de prescripciones al año acercándose a los $ 500 millones de dólares en ventas anuales.
En estudios sobre pruebas de toxicología en ratones, un número significativo desarrolló tumores hepáticos. Algunos de los tumores eran malignos conocidos como hepatoblastomas (Toxicology, 1995;103:77-84).
En algunas escuelas la tasa de prescripción es alta con 10 % de todos los niños y un sin precedente 20 % de los alumnos de quinto grado tomando metilfenidato (Am J Publ Health, 1999; 89: 1359-64). Es algo muy difícil de creer.
Un neurólogo de la Universidad de Michigan, el Dr. Ronald Chervin cree que algunos niños hiperactivos requieren de dormir. Se ha visto que un gran número de niños con hiperactividad sufre de alteraciones del sueño. Así que si los niños manifiestan somnolencia durante el día de distinta manera que los adultos, la hiperactividad podría ser un recurso para mantenerse despiertos.
En relación a factores ambientales hemos encontrado evidencia de la influencia de la luz sobre el comportamiento de los niños.
Los niños que asisten a escuelas donde se utilizan luces de espectro completo selladas, son menos propensos a la hiperactividad que aquellos que están expuestos a otro tipo de luces, especialmente fluorescentes.
Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.
Profesor de Farmacología del CUCS de la Universidad de Guadalajara
No Comments